martes, 13 de mayo de 2008

17. LA SOLIDARIDAD

17. LA SOLIDARIDAD

Cuando dos o más personas se unen y colaboran mutuamente para conseguir un fin común, hablamos de solidaridad.
La solidaridad es un valor de gran trascendencia para el género humano, pues gracias a ella no solo ha alcanzado los más altos grados de civilización y desarrollo tecnológico a lo largo de su historia , sino que ha logrado sobrevivir y salir adelante luego de los más terribles desastres(guerras, pestes, incendios, terremotos, inundaciones, etc.) Es tan grande el poder de la solidaridad, que cuando la ponemos en práctica nos hacemos inmensamente fuertes y podemos asumir sin temor los más grandes desafíos, al tiempo que resistimos con firmeza los embates de la adversidad. La solidaridad, cuando persigue una causa noble y justa(porque los hombres también se pueden unir para hacer daño), cambia el mundo, lo hace mejor, más habitable y más digno.
Una persona sola tiene mas dificultades para enfrentar la vida que dos o tres que se ayudan entre sí.
Aprendiendo a compartir, ayudándose mutuamente, los hombres superan obstáculos y resuelven problemas.
Las personas solidarias están siempre dispuestas a tender la mano a quienes lo necesiten.
Es lindo oír: "Yo te presto si te falta algo"; te ayudo si me necesitas"; comparto tus penas...".
Porque la solidaridad es todo eso, es lo contrario del egoísmo. El egoísta sólo piensa en sí mismo.

PARA SER SOLIDARIOS...
•Reflexionemos sobre la situación de todos aquellos menos favorecidos que nosotros y no cerremos los ojos frente a sus problemas y necesidades
•Si hay una causa en la que creemos y sabemos que podemos colaborar, no vacilemos en hacerlo.

LOS HIJOS DEL LABRADOR

Los dos hijos de un labrador no hacían más que pelearse. Reñían por cosas sin importancia, como a quién le correspondía el turno de manejar el arado, cuál era más rápido para limpiar los surcos, quién era el mejor montando a caballo, etc. cada vez que discutían dejaban de hablarse, y eran tan tercos y orgullosos que se negaban a cumplir sus deberes con tal de demostrarse entre sí lo necesarios e imprescindibles que eran. El resultado de estas frecuentes luchas era que la hacienda se quedaba sin quien la trabajara y cuidara de ella, con el gran riesgo que esto suponía.
Para ponerle fin a esta situación, el labrador, que era un hombre inteligente y sabía que sus hijos no atendían a discursos, decidió darles una buena lección.
Vayan al potrero que queda cerca del bosque, recojan todos los leños que encuentren y tráiganlos aquí, les ordenó. Los muchachos obedecieron a regañadientes, y una vez en el potrero empezaron a competir para ver quién recogía más leños, lo que dio lugar a otro enfado.
Cuando estuvieron ante su padre, este les dijo:
Junten todos los leños y amárrenlos fuertemente con esta cuerda.
Los muchachos hicieron los que su padre les pidió.
Veamos ahora quién es el más fuerte de los dos. Traten de partir este haz de leña.
Los hijos del labrador se dedicaron a ello con feroz empeño, poniendo los pies sobre el haz y jalando con todas sus fuerzas, primero por turnos y luego los dos juntos, y no pudieron partirlo por más que lo intentaron.
Derrotados, le declararon a su padre que esto era imposible.
Desaten el haz y traten ahora de partir los leños uno por uno les pidió.
No les costó mucho trabajo cumplir esta orden. A los pocos minutos todos los leños estaban partidos.
Lo mismo que les acababa de pasar a estos débiles leños le puede pasar a cualquiera de nosotros si nos separamos. La discordia no conviene cuando se trabaja por una misma causa. Si nos unimos en cambio, seremos muy fuertes y resistentes y nadie podrá hacernos daño con facilidad sentenció el labrador, con una sonrisa de satisfacción en los labios.

“Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Marcos 12:31)
Que Dios te bendiga.
Un abrazo
Tu Amigo: Carlos Félix.

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