jueves, 26 de febrero de 2009

¿EDUCACIÓN EN VALORES O FORMACIÓN MORAL?

2. LA FORMACIÓN ÉTICA / MORAL

La intencionalidad de la Educación pasa por dotar de herramientas para la construcción de determinado “filtros de valor” a los estudiantes para que puedan ser capaces de convivir con otras personas. Dichos “filtros” a los que también podemos denominar “criterios”, constituyen parte del ser persona de cada estudiante, y en esa medida son elementos de su identidad.
En la actualidad, algunos filósofos de la educación y también psicólogos, suelen referirse a la formación de personas éticas/morales, que han desarrollado una serie de características que les permiten desenvolverse competentemente al tomar decisiones y actuar frente a situaciones que involucran valores con pretensión de universalidad. Pero esto es resultado de un proceso de estudio y teorización acerca de cómo las personas llegan a actuar ética/moralmente.
Las teorías cognitivistas del desarrollo moral como las de Jean Piaget o Lawrence Kohlberg, dieron pie a otros autores para incorporar elementos afectivos y sociales al proceso de desarrollo del juicio moral, y arribar así a las propuestas de formación en competencias morales (nótese que los autores prefieren mayoritariamente hablar de formación moral o educación moral en estos casos), de la persona moral o de la personalidad moral.
Berkowitz, sugirió por eso la necesidad de considerar varios elementos o componentes que se debía tender para asegurar la competencia moral. Dichos elementos, desde las propuestas de Susana Frisancho (2001: 12), son:
• Sensibilidad moral.
• Razonamiento moral.
• Carácter moral.
• Valores morales.
• Emociones morales.
• Identidad moral.
• Comportamiento moral.
Entre todos ellos logran cubrir las diferentes dimensiones de la persona, desde el campo de lo psicológico hasta el ámbito de lo trascendente.
Dependiendo del énfasis que se haya puesto en alguno de estos componentes, a lo largo de los años se han desarrollado diferentes maneras de atender la formación moral. De ellas vamos a desarrollar brevemente cuatro que han tenido mayor presencia (al final del punto 3 de la cartilla hemos incluido una síntesis a manera de cuadro comparativo).
¿Cuáles son las normas ético/morales mímimas que debe perseguir la educación para formar personas críticas, reflexivas, autónomas y libres que actuen de manera tal que siempre busquen alcanzar una convivencia pacífica de respeto y aceptación del otro?

2.1. FORMAR EL CARÁCTER: VIRTUOSOS Y CON “BUENOS HÁBITOS”.
Tal vez una de las formas de Educación moral más antiguas sea la formación virtudes, pues es un planteamiento de raigambre aristotélica. En este modelo de lo que se trata es de acompañar a los estudiantes para que desarrollen determinados hábitos o vivan de acuerdo a determinadas virtudes, pues se entiende que sólo se llega a ser virtuoso (a tener un “buen carácter”) practicando las virtudes (los valores).
Por lo general quienes se adhieren a esta propuesta han terminado por caer en la “inculcación” de determinados valores a los cuales se les asigna mayor importancia que a otros. Lamentablemente, se suelen promover valores socio-convencionales y no necesariamente valores que puedan tener carácter universal, con lo cual la formación moral termina siendo un proceso por medio del cual las conductas del estudiante se ajustan a la normativa del grupo social – cultural de pertenencia.
A nuestro juicio, los valores no pueden ni deben ser impuestos a la persona, pues ello implicaría seguir reforzando la heteronomía de las personas y no la capacidad de elegir y tomar decisiones de manera libre siendo conscientes de las implicancias y responsabilidades que se asume a partir de las decisiones.

REFLEXIONAMOS:

¿Cuáles serán las implicancias educativas/formativas de inculcar o imponer determinados valores que nosotros consideramos buenos para la persona?
¿Qué aspectos de la propuesta de formación del carácter hemos venido utilizando en nuestras intituciones educativas? ¿Por qué?

2.2. LA CLARIFICACIÓN DE VALORES.
Frente a la moral tradicional que parecía representar la “formación virtuosa”, y como resultado de los confusos años 50 en los que el “vale todo” en política parecía cobrar fuerza; en Estados Unidos surgió una corriente que esperaba ayudar a las personas a encontrar un sentido en la vida y descubrir sus propios valores para vivir de acuerdo a ellos.
De dicho proceso nació la propuesta de clarificación en valores, desde la cual se promovía que las personas libremente reconocieran los valores que orientaban su vida.
Sin embargo, y con el paso de los años, la propuesta fue desvirtuándose e incluso fue sujeta a una serie de modificaciones por algunos grupos que encontraron en ella la posibilidad de hacer “viable” el relativismo. Con ello, la intencionalidad educativa de la propuesta empezó a perderse. Por otro lado, la propuesta original terminó por agotarse en una serie de estrategias (entre las que se encontraba el diálogo clarificador) que no aseguraban desarrollar la competencia ético/moral de las personas.

REFLEXIONAMOS:
¿La educación en nuestras instituciones puede pretender sólo clarificar valores?
¿Qué riesgos puede traer consigo relativizar las escalas de valores y aceptar que cada quien debe construir la suya propia?
¿Puede una institución educativa dejar de evidenciar sus convicciones respecto a lo que considera valores con carácter universal?

2.3. LAS COMUNIDADES JUSTAS.
Las propuestas cognitivistas por su parte, encontraron en Kohlberg al autor que lograría expresar en términos de procesos y metodologías la formación moral desde el desarrollo del juicio moral.
A la propuesta de trabajo a partir de dilemas morales (enmarcados en una teoría de desarrollo en una secuencia fija e invariable), se fue sumando una serie de aporte que desembocaron finalmente en la necesidad de articular una propuesta que reconoció la inclusión de las personas en un contexto en el que debían negociar y debatir con personas que tenían perspectivas diferentes.
Nació así la propuesta de creación de comunidades justas al interior de las escuelas. Una idea que exigía determinadas condiciones para ser efectiva, y cuya finalidad era generar espacios concretos - reales para que el criterio moral se desarrolle y el actuar de las personas respondiera a criterios morales cada vez más elevados. Las metodologías empleadas se enriquecieron de diversas fuentes, pero su espíritu es muy cercano al diálogo socrático. En la siguiente cartilla vamos a abordar con más detalle las ideas y presupuestos de este enfoque, pues es de ellas de las que se ha nutrido en mayor medida nuestra propuesta como Proyecto.

2.4. LA PERSPECTIVA DEL CUIDADO.
Finalmente, a fines de los años 50 e inicios de los 60, algunas filósofas feministas enfilaron sus críticas hacia las propuestas de Kohlberg, asegurando que habían sido elaboradas desde una perspectiva androcéntrica (centrada en los hombres), y que casi no habían considerado la función relacional que existe cuando las personas dialogan acerca de los criterios que fundamentan sus decisiones.
Como consecuencia, se propuso una “ética del cuidado”, una forma de relacionarse con el otro que reconociera la importancia de la relación entre las personas y no sólo los argumentos que éstas puedan presentar.

Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos. (Lucas 6:31)
Que Dios te bendiga.
Recopilado por:
alimentoparalamente@gmail.com

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