1.¿PUEDE LA EDUCACIÓN SER NEUTRA?
La Educación entendida como dinámica de colaboración, supone una relación intencional entre la persona del maestro y la del estudiante. Por medio de ella pueden darse dos procesos simultáneos: la transmisión de una determinada información del grupo de padres (o de la cultura del grupo de pertenencia) hacia el grupo de pares, y también la estimulación o creación de situaciones por las cuales el estudiante genera información o comparte y hace suya información proveniente de su grupo de pares.
En cualquiera de los casos, la información no llega de manera aséptica a los estudiantes, en el camino (e incluso desde su fuente de origen), esta información le llega cargada de una serie de intenciones (a veces evidente, a veces no) que responden a una determinada manera de entender el mundo. Así, cuando estudiamos las teorías sobre el origen del universo, estamos aprendiendo algo más que solamente datos, hechos y conceptos; pues también descubrimos que la sociedad de cada época tenía una determinada manera de comprender el origen de las cosas, y que estas percepciones estaban tan arraigadas que dieron origen a situaciones como las que hubo de vivir Galileo. Aprendemos, entonces, que existen nociones como la intolerancia religiosa, la discriminación étnica, las convicciones personales, entre tantas otras. Pero hay más, pues tanto los maestros como los estudiantes tendrán sus propias percepciones acerca del tema, calificarán la situación de justa o injusta, las soluciones de correctas o incorrectas, de buenas o malas; en pocas palabras, generarán opinión o juicios acerca de una información que traía consigo un continuo de juicios previos: el de los historiadores, el de los científicos, el de las personas que participaron del hecho, el de los autores del texto escolar, el de los mismos maestros, y luego –por qué no– el de los estudiantes.
Si la información sobre la cual trabajamos en las instituciones educativas no es neutra, ¿puede ser neutro el trabajo que realizamos?
La carga de valor que posee la educación se encuentra presente en otros ámbitos igual o más importantes que el ya mencionado (la dimensión informativa). Las actitudes y discursos de los maestros y la organización escolar son otras fuentes fundamentales a través de las cuales se manifiestan los valores en las instituciones educativas.
Desde hace algún tiempo hemos escuchado un término que recoge muy bien estos elementos: el currículo oculto de la escuela.
Todos los que nos desempeñamos como maestros o maestras, en cualquiera de los niveles educativos, evidenciamos nuestros gustos o preferencias personales, las convenciones sociales que hemos aceptado, y también lo que consideramos valioso para hacer posible la convivencia entre las personas: evidenciamos nuestros valores. La manera en que nos acercamos a nuestros estudiantes y a nuestros compañeros, la forma en que utilizamos los recursos y si somos capaces de considerar a los demás como sujetos con igual dignidad o los mismos derechos son una fuente que hace que nuestro trabajo educativo no sea neutro.
Lo mismo podemos decir de la organización de nuestras instituciones. La manera en que se concibe la autoridad, el tipo de prácticas que éstas tienen, la manera en que se relacionan con el personal docente y no docente del centro, así como el estilo de gestión (democrático, autoritario, paternalistas…) “enseñan” a nuestros estudiantes una serie de pautas acerca de lo que es “bueno” o “malo”, de lo que es valioso y de lo que no lo es.
Por ello, desde nuestro punto de vista es imposible pensar en educar a la persona sin tener presentes los valores, puesto que ellos están en la esencia misma de la educación que es la relación entre personas. Sin embargo creemos que el tratamiento educativo de los valores no puede generalizarse, ni tampoco imponerse, pues ello significaría dejar de lado el principio rector de libertad que ejerce la persona al optar por determinados valores.
REFLEXIONAMOS:
¿Cuáles son nuestras intenciones al momento de realizar nuestra práctica educativa con los alumnos?
¿Recogemos las expectativas de nuestros alumnos antes de planificar y ejecutar nuestra práctica educativa?
¿Qué valores busca desarrollar nuestra institución educativa en los alumnos?. ¿Estos valores son considerados pensando en un momento concreto o se trabajan de manera permanente? De ser así, ¿qué es lo que se pretende alcanzar?
1.1. ¿EDUCACIÓN EN VALORES?
Esta cuestión es fundamental, pues si la información lleva consigo una carga de valor, el tratamiento de la misma necesariamente pasará por analizar esa carga o por transmitirla en su integridad.
Aunque esto puede remitirnos a la antigua discusión sobre la neutralidad de la ciencia defendida por los denominados “positivistas”, no es intención de este ensayo extenderse sobre el tema. Sin embargo, podemos reconocer que los “saberes escolares” reciben un tratamiento que los dota de “valores”.
Si a ello le sumamos que las instituciones educativas están formadas por personas que tienen intencionalidades y orientaciones (axiología(1)), no es posible pretender la existencia de una propuesta educativa neutra, La Educación está “cargada” de valores.
Por lo tanto, no es posible afirmar que exista una propuesta educativa neutra, la Educación implica una intención relacionada a la transmisión de unos determinados valores, y a su análisis y cuestionamiento, y al mismo tiempo al planteamiento de otros valores que se consideran deseables.
Lo que no debemos olvidar es que el rótulo “Educación en valores” hace referencia a una determinada manera de llevar a cabo esta tarea, o para ser más precisos, hace alusión a las convicciones que tenemos acerca de cómo deberían las personas hacer suyos los valores y quién debe seleccionar los valores que se deben proponer a los estudiantes.
Para Cabello, Corbera & Artaza (1999:115), la educación en valores “implica un trabajo sistemático (estimulación) a través del cual y mediante actuaciones y prácticas se pueden desarrollar aquellos valores explicitados en el entorno sociocultural en el cual se desarrollan los individuos”. Esto significa, que Educar en Valores supone que:
• Es el grupo sociocultural el que “selecciona” cuáles son los valores que deben ser desarrollados por los estudiantes, lo cual -como hemos señalado antes- implica no reconocer plenamente el papel de la libertad en el proceso educativo y tampoco de la evaluación y crítica respecto a lo que Susana Frisancho denomina “valores sociales o convencionales” (2001:15).
• Los maestros y maestras cumplen con un papel en el cual estimulan o inculcan –o imponen- esos determinados valores a sus estudiantes, y por ello dedican sus esfuerzos a formar en determinados hábitos o virtudes, sin que exista un proceso dialógico acerca de los valores y de la certeza acerca de su universalidad.
• El proceso educativo adquiere carácter formativo desde una perspectiva en la cual los maestros (y en general el grupo de padres o los adultos) poseen ciertas verdades que sus estudiantes deben aprender, convicción que -como vimos en la cartilla anterior- corresponde a un modelo de escuela transmisiva y no constructiva.
Desde el Proyecto “Educación y Cultura de Paz”, este proceso es limitado y no reconoce del todo el papel de la reflexión , el diálogo y la construcción colectiva que supone la libre y autónoma adhesión a los valores que consideramos que tienen carácter universal.
REFLEXIONAMOS:
¿Mediante qué acciones concretas (en la práctica docente) trabajamos los valores en el aula o la escuela?
¿Hasta qué punto los alumnos reconocen que los valores fomentados en nuestra institución educativa atienden sus necesidades, intereses, desarrollo cognitivo o emocional – social?
¿Qué canales de diálogo, participación y reflexión practicamos en nuestras aulas para construir de manera libre y autónoma los valores que consideramos tienen un carácter universal
1.2. ¿QUÉ PAPEL JUEGAN LOS VALORES?
Los valores, a decir de Susana Frisancho, (2001: 14-17) son “anteojos” desde los cuales se examina la realidad y desde los que se actúa. Pueden ser personales, sociales (convencionales) o tener aspiraciones de universalidad (valores morales), pero en esencia orientan nuestras conductas y el acercamiento a la realidad.
Los valores personales parten de los deseos, intereses y preferencias de las personas, donde se emite un juicio valorativo en relación a algo o alguien, por ejemplo, gustar de las novelas brasileñas o de ciertos programas de televisión. Los valores sociales como construcciones normativas nos ayudan a asegurar el orden y la convivencia en sociedad, gracia a ello toda persona puede reconocer aquello que es institucional y socialmente aceptable. Los valores morales que se distinguen básicamente por ser universales, inalterables y de naturaleza ética, son normativas de vida que debemos asumir y entender como aquellos valores que asegurarán el intercambio dialógico, participativo y de sentimientos entre las personas en comunidad, por ejemplo, respetar la vida, respetar la dignidad de las personas o ser honesto con uno mismo y con los demás.
¿Serán entonces los valores personales y sociales aquellos que deberían concentrar los mayores esfuerzos en la educación? ¿Consideramos fundamental el hacer que el alumno libremente reflexione en torno a los valores morales, los asuma y posteriormente los lleve a la acción?
En las instituciones educativas se opta por determinados valores que se considera ayudarán a vivir en comunidad, y por ello se les reconoce la posibilidad de universalidad. Entre ellos se encuentran la defensa de la vida y la dignidad de las personas, la justicia o el bien común. Pero también se reconocen convenciones sociales que permiten la interacción de las personas de acuerdo a determinadas construcciones sociales del grupo al que se pertenece (y que no necesariamente tendrían que ser reconocidas por todos los grupos o culturas). Incluso, en algunas instituciones, los valores personales (en realidad “preferencias”) de algunos integrantes son asumidos como valores a los que todos los demás deberían adherirse (por ejemplo, si al director o directora les gusta determinada forma de saludo o de presentación y asumen que todos deberían asumirla como la “manera correcta”).
En cualquiera de los casos (errados o no), los valores juegan un papel central en las propuestas educativas, pues ayudan a fundamentar determinadas conductas que se reconocen como deseables por encima de otras.
Toda propuesta educativa, por ello, se fundamenta en valores y trata de organizarse alrededor de ellos. La educación por ello debe “ser en valores”, pero estos no deben ser asumidos como verdades que los alumnos deban asumir mecánicamente.
REFLEXIONAMOS:
Según la clasificación de valores presentados anteriormente en la cartilla ¿Cuáles son los que más atendemos o consideramos importantes para trabajar con los alumnos?
¿Por qué será importante entender y reconocer que los valores no deben ser asumidos como verdades absolutas que los alumnos deben asumir de manera mecánica?
1.3. ¿FORMAR SUJETOS ÉTICOS O MORALES?
Aclarada esta primera cuestión, es importante avanzar hacia otro tema que suele ser motivo de discusión. Si toda educación es en valores, ¿cómo deberíamos referirnos a esa intencionalidad de hacer de los estudiantes personas cada vez más capaces de relacionarse manera justa con los demás, o a ser “más buenos”?
La respuesta a esta pregunta se ha dado de diferentes maneras a lo largo del tiempo, pero siempre han terminado llevándonos al campo de la filosofía y específicamente a si debemos formar éticamente a las personas o si debemos ofrecer formación moral. Es por eso que la pregunta devino en ¿debemos formar personas éticas o morales?
1.3.1. ¿Es “lo ético” superior a “lo moral”?
Para responder esta pregunta es necesario definir cómo se concibe lo ético y lo moral. Algunos autores actuales (por lo general los herederos del idealismo alemán) establecen su preferencia por la formación ética en la medida que consideran que la moral es algo inherente a la cultura y que atraviesa todas las instancias de la vida social. De acuerdo a esa perspectiva, la moral tiene una dimensión de temporalidad y por ello las acciones morales están orientadas por multiplicidad de doctrinas y concepciones. En ese sentido es que prefieren hablar de formación de sujetos éticos, porque comprenden la ética como una reflexión crítica sobre la moralidad.
Otros autores (entre los que se encuentran los denominados post- modernos), prefieren considerar como moral a aquel modelo de conducta que tiene pretensión de universalidad, mientras que le atribuyen a la ética un carácter más restringido, relativo a las costumbres y conducta de grupos o facciones.
Lo cierto es que respecto a este tema estamos lejos de poder llegar a un acuerdo. Sin embargo, la discusión central que hay tras esta disyuntiva es si estamos dispuestos a reconocer la alteridad existente, es decir, los múltiples modelos de conducta que podemos observar y las respectivas visiones del mundo que los sustentan. La tensión no es entonces entre moral y ética, sino entre nuestra identidad y la alteridad (la identidad de los otros).
1.3.2. El juego entre identidad y alteridad
El juego entre identidad (identidades) y alteridad, se expresa en el continuo contraste entre los principios y los juicios de valor. Pero tal como sucede con la confrontación de los términos ética/moral, tampoco hay pleno acuerdo acerca de cuál es el sustento de los principios que reclaman universalidad, y los extremos van desde sustentos teológicos hasta los sustentos racionales.
Sobre lo que va habiendo cada vez mayor acuerdo, es acerca de que los principios éticos/morales sólo adquieren significado práctico cuando el carácter abstracto y general que poseen puede ser confrontado con el contenido concreto de la realidad vivida. Por eso, no importa mucho saber cuál es el origen de un principio, sino llegar a las normas éticas/morales a partir del contraste entre lo fáctico y lo genérico, entre lo concreto y lo abstracto.
Para poder arribar a esas normas, los autores sugieren que exista una dialéctica constante entre juicios y principios, es decir, que los principios no adquieran rigidez y la discusión sobre ellos pueda volverse a iniciar cuando surjan nuevos elementos de juicio. Lo importante entonces, es la posibilidad de argumentación a favor de un determinado principio de valor, que habrá de ser aceptado como tal en la medida que el “auditorio” legitima una tesis sin que ello suponga aceptarla incondicionalmente.
Filósofos contemporáneos como Adela Cortina o Jürgen Habermas denominan a este proceso el encontrar algunos puntos de acuerdo aceptables para todos, desde los cuales la convivencia se haga posible. Para que esas normas éticas/morales mínimas sean válidas, deben ser necesariamente fruto del diálogo entre identidad y alteridad.
Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos. (Lucas 6:31)
Que Dios te bendiga.
Recopilado por:
alimentoparalamente@gmail.com
2 comentarios:
LA FUNDACIÓN PAN Y PARAISO TIENE UNA MISIÓN DE DIOS Y ES DEJAR EN LOS NIÑOS LA VERDADERA PRESENCIA DE DIOS EN LA TIERRA.
550 niños de las zonas marginadas de la ciudad de Medellín- Colombia, que necesitan unas palabras de amor y de Dios.
www.panyparaiso.org
POR FAVOR COMO PODEMOS TENER LAS GRABACIONES DE LA PAGINA
REFLEXIONES PARA TU VIDA – HUGO ALMANZA - PERU
REFLEXIONES PARA TU VIDA – AUTORES VARIOS
Hemos escuchado con tanta alegria estas reflexiones que queremos reproducirla a nustros niños.
Dios los bendiga.
Gracias por su información,
JOSE LUIS OCHOA V.
Secretario
medellín, Colombia
Tel 4 - 263 42 99
Cel 300 226 41 42
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