martes, 13 de mayo de 2008

6. LA HONESTIDAD

6. LA HONESTIDAD

Cuando un ser humano es honesto se comporta de manera transparente con sus semejantes, es decir no oculta nada, y esto le da tranquilidad. Quien es honesto no toma nada ajeno, ni espiritual, ni material: es una persona honrada.
Cuando se está entre personas honestas cualquier proyecto humano se puede realizar y la confianza colectiva se transforma en una fuerza de gran valor. Ser honesto exige coraje para decir siempre la verdad y obrar en forma recta y clara.

PARA SER HONESTOS...
• Hay que conocerse a si mismo.
• Expresemos sin temor lo que sentimos o pensamos.
• No perdamos nunca de vista la verdad.
• Luchemos por lo que queremos jugando limpio.

EL PROBLEMA DEL SULTÁN

Decepcionado por no encontrar un recaudador de impuestos de confianza, un sultán se quejó ante el más sabio de sus consejeros.
-¡No puedo creer que no haya un solo hombre honrado en todo este reino! ¿Qué vamos a hacer? -veamos, alteza… se me ocurre una cosa –dijo el consejero.
-¿Qué puede ser? –Preguntó el sultán, ansioso- se trata de un problema muy serio –añadió.
-No os preocupéis. Simplemente anunciad que un nuevo recaudador es requerido en palacio. Yo me encargo del resto.
Al día siguiente del anuncio, un buen número de aspirantes a sultán, gordos, flacos, altos o bajos, todos lucían trajes elaborados y costosos y se paseaban con arrogancia por el salón.
Un hombre sencillo y vestido pobremente atrajo la atención de los presentes.
Este pobre hombre está loco –se burlaban-, el sultán nunca escogería a alguien como él para un cargo tan importante.
¡Atención, señores! dijo de pronto el consejero. El sultán os recibirá en seguida. Yo os indicaré el camino y los hizo entrar uno por uno a un corredor oscuro y estrecho por el que tenían que avanzar a tientas para llegar donde se encontraba el soberano. Una vez que estuvieron todos reunidos ante el sultán, éste le preguntó a su consejero,¿y ahora qué hago?. Pedidles que bailen-. Así lo hizo el sultán, un tanto extrañado por un pedido semejante. Los hombres bailaron con gran pesadez y lentitud, sin poder despegar los pies del suelo.
¡Qué bailarines más torpes! ¡parece que tuvieran los vestido llenos de piedras! exclamó el sultán.
El único que bailaba con agilidad era el hombre pobre.
Ahí tenéis a vuestro recaudador –dijo el consejero señalándolo.
Esparcí por el corredor monedas, billetes, joyas y objetos de valor y él fue el único que no se llenó los bolsillos con todo lo que encontró.
El sultán había dado por fin con un hombre honrado.

“Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Marcos 12:31)
Que Dios te bendiga.
Un abrazo
Tu Amigo: Carlos Félix.

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